Historia. La primera referencia
escrita relativa al asentamiento islámico de Calatalifa, en la orilla oriental
del río Guadarrama, se debe a Ibn Hayyan
y a su obra Muqtabas V –conjunto de crónicas sobre Abderramán
III—remontándose el dato al año 939 cuando el primer Califa cordobés, el gran
Abderramán III, pasara por allí camino de una aceifa hacia Simancas y fuera
sorprendido por un eclipse de sol. Impresionado por lo que él consideró un
augurio, el omeya ordenó la fundación de Qal´at
Jalifa –traducido como Castillo del Califa—informándonos así mismo la
crónica del levantamiento al año siguiente de una serie de importantes
fortificaciones y el envío de una guarnición con su correspondiente caid como responsable del poblamiento y
la defensa de la zona--. Complementando las anteriores referencias islámicas
–quizás en exceso cargadas del sabor de la leyenda-- las recientes excavaciones
realizadas en el yacimiento informan de niveles de habitación correspondientes
a los años finales del siglo IX o principios del X, lo cual supone la
existencia de un asentamiento previo a la fundación califal si bien
posiblemente de escasa entidad y sin defensas –detalle éste que permitiría
todavía ciertos visos de verosimilitud a la leyenda de la fundación de
Calatalifa--.
Frente oriental de la
esquina SE de la muralla de Calatalifa. Lienzo de Cortina.
Apartando ahora las
explicaciones mitológicas, resulta no obstante muy sencillo señalar la
importancia estratégica de la nueva ciudad de Calatalifa, toda vez que hacía
las veces de puesto avanzado musulmán en el camino que, siguiendo el curso del
río Guadarrama, llevaba de Toledo a las comarcas cristianas de Ávila y Segovia
y por el cual no eran raras las penetraciones de las algaradas norteñas.
Conquistada Calatalifa,
probablemente a raíz de la capitulación de la capital toledana en 1085, será
adscrita al Arzobispado de Toledo, del cual pasará al de Segovia en 1161 al ser
el lugar a la sazón el punto por donde pasaba la frontera entre ambos
arzobispados con los consiguientes roces y recortes de territorio entre ambas
instituciones eclesiásticas. Con todo, debía ser un lugar poco poblado toda vez
que la primera referencia tras la conquista es del año 1118 –donde figura como
lugar de medianedo, adherido en ese fecha al Fuero de Toledo junto a los
lugares de Alamín, Madrid y Talamanca de Jarama--, no existiendo dato alguno
que permita asegurar el paso por ella de las incursiones almorávides ni de las
almohades de la centuria siguiente.
Sector
Occidental del cerro donde se hallaba la alcazaba de Calatalifa.
Cada vez más centrado, con el paso de los años, el grueso del tránsito entre el Reino de Toledo y las tierras
castellanas del norte por la vía Illescas-Madrid-Valle del Jarama-Henares y
puerto de Somosierra en detrimento de la ruta del Guadarrama y el Puerto de los
Leones –nunca muy empleada en el Medioevo—así como ciertamente lejana ya la
frontera con el enemigo musulmán, Calatalifa se iría despoblando de forma
progresiva hasta el punto de que en 1270 el Concejo de Segovia la entrega al
Notario Real Don García Martín para que la repueble con fuero segoviano. Las
excavaciones han demostrado fehacientemente este hecho al constatar un
progresivo empobrecimiento de los materiales halladas a medida que se avanza en
su cronología así como la utilización como cementerio en época más reciente de
una parte de la ciudad antes habitada. En cualquier caso parece claro que
Calatalifa nunca fue un lugar muy poblado en época cristiana toda vez que el 90
% del material cerámico encontrado corresponde a una cronología islámica.
Aljibe mayor
de Calatalifa. Zona O del cerro. Alcazaba.
No obstante, este postrer
intento de reanimación de la puebla –enclavada en un lugar periférico en
relación a las principales vías comerciales de la época así como rodeada de
tierras más bien áridas—no tendría éxito, de manera que Calatalifa fue
abandonada para siempre poco después –finales del siglo XIII--. Comenzaría así
un largo periodo de sueño para los cada vez más arruinados restos,
desaparecidos durante siglos y vueltos parcialmente a la luz merced a las
citadas excavaciones de los últimos veinte años.
Estructura Arquitectónica. Los escasos restos
supervivientes de la que fuera ciudad-fortaleza islámica de Calatalifa se
hallan en la cumbre de un cerrete de considerable superficie, bastante más
amplia que las de los mismos que le rodean, y fuerte pendiente hacia el lado
del río Guadarrama –en cuya orilla oriental se alzan—si bien fácilmente
accesible por el extremo opuesto, esto es desde el Sur y el Este, dada su baja
altura y casi nula fragosidad.
Aljibe menor
de Calatalifa. Zona E del cerro. La ciudad en sí.
Como es natural a tenor de lo anteriormente
expuesto, las mayores fortificaciones de Calatalifa fueron dispuestas en sus
lados meridional y oriental, los más vulnerables, sectores a la sazón donde se
han encontrado restos de murallas. El extremo del río debió carecer
probablemente de cualquier otra defensa más allá de algún muro corrido, a buen
seguro sin torres amén de ejecutado en algún material de pobre factura que no
ha soportado el paso del tiempo.
En cuanto a la división
interna de la antigua ciudad califal, existen algunos indicios que permiten
apuntar a la típica distribución dual musulmana consistente en la puebla civil
por un lado y una ciudadela/alcazaba político-militar por otro, normalmente más
o menos aislada de la primera. Así parece señalarlo, en efecto, la presencia de
dos aljibes en el cerro de Calatalifa: uno de menor tamaño hacia la parte
occidental del cerro y otro mayor en el extremo oriental. Si además
consideramos que la citada parte oriental es al menos el triple de grande que
la occidental amen de situada a una cota ligeramente más baja y que ambas
partes se encuentran separadas por un suave vaguada quizás en tiempos más
marcada –artificialmente—resulta del todo plausible la posibilidad de que el
sector oriental del cerro albergara las casas de la ciudad propiamente dicha
mientras que el occidental hiciera propio con la alcazaba o recinto militar y
de gobierno de la ciudad, provista a la sazón de su propio aljibe y mejor
dotado para la defensa que el civil al dar al río por dos de sus lados.
Revoco
impermeabilizador llamado almagra. Orificios de entrada de agua en la base del aljibe
Entrando a continuación en la descripción de los
restos conservados de las estructuras de la ciudad hispanomusulmana –luego
cristiana—merece la pena destacar, por su monumentalidad, los del aljibe mayor
anteriormente citados y que se hallan en
el extremo suroccidental del cerro de Calatalifa.
Ejecutado en ladrillo con pobres restos de revoco
impermeabilizador, queda de él un muro con un contrafuerte en el cual se aloja
el arranque de un arco redondo –ligeramente de herradura-- dispuesto en orden
de dividir el aljibe en dos cámaras. Su ubicación actual, colgando literalmente
de la ladera del cerro a unos cuantos metros de altura, evidencia que el antiguo
recinto de la ciudad se extendía unos metros más hacia la orilla del río,
habiéndose venido abajo posteriormente por efecto de la erosión sin duda cuando
la ciudad ya estaba deshabitada. Este detalle, aparte de poner en peligro día
tras día la conservación de estos restos del aljibe nos indica también la
desaparición total de las estructuras defensivas con que un día hubiera podido
contar por ese lado la ciudad de Calatalifa.
Vértice SE de
la muralla excavada. Frente
de la Torre rectangular aneja al vértice SE
Por su parte, más o menos hacia el centro geométrico
del sector oriental del cerro, como se dijo el que un día ocupara la puebla, se
halla un segundo aljibe de dimensiones bastante menores que el anterior aunque
ejecutado también por entero en ladrillo.
De planta rectangular, se
cubría con una bóveda aproximadamente redonda –conservada sólo en parte--
verificada merced a la intersección de dos bovedillas anexas curvilíneas. Al
interior aparece revestido de almagra –mortero impermeabilizante—encontrándose
también dos orificios en la parte inferior de una de sus esquinas sin duda relacionados
con las vía de entrada de agua al aljibe.
Basamento con
zarpa o escalonamiento. Sillares.
Hiladas de ladrillos sobre mampostería inferior.
Por fin, como únicos
elementos de fortificación propiamente dichos, las recientes excavaciones han
exhumado la cimentación del vértice suroriental de la que fuera muralla de
Calatalifa. Así, se trata de la misma esquina Sureste la cual tuerce en ángulo
recto desde el frente Sur hacia el Norte dando lugar al flanco oriental del
recinto amurallado, en el cual aparece, transcurrido un par de metros de
cortina –de un metro y medio de espesor
aproximadamente--, la planta de una torre rectangular de escaso saliente y
maciza: típicamente califal en definitiva.
Estos restos se encuentran
verificados en una tosca mampostería ligada con argamasa de cal de buena
calidad hasta unos ochenta centímetros de altura. A partir de ahí se localizan
dos hiladas de ladrillo como único paramento preservado. Destaca también la
zarpa o escalonamiento en que se apoyan estos muros, muy sólida en verdad, y
que en el punto mismo del vértice Sureste luce dos grandes sillares cúbicos como
refuerzo.
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